Nota n° 4: Conciertos ‘silvestres’ en Dictadura
Tres variables podrían caracterizar esta tendencia en los conciertos de rock durantela Dictadura: primero, una proyección de sonoridades y estéticas folclóricas latinoamericanas, que se habían fusionado con el rock en Chile desde fines de los años sesentas; segundo, una síntesis en cuanto a sus públicos, entre el mundo poblacional y/o periférico y la juventud universitaria; por último, la fusión entre el rock y los espacios más vinculados a la canción de autor o al Canto Nuevo.
Sobre lo primero: si la represión dictatorial afectó a algún movimiento de música popular, esa fue la Nueva Canción Chilena. El exilio de muchos de sus representantes y el asesinato de algunos de sus referentes, no puede ser más elocuente al respecto. Afortunadamente para el rock, si bien existió represión (allanamientos en conciertos, detenciones, golpes, cortes de pelo), ésta no fue focalizada, pues el rock no eraun objetivo directo del régimen.
Ello permitió que agrupaciones que se habían constituido en el período de la Unidad Popular, como Los Jaivas, Congreso, En Busca del Tiempo Perdido o los propios Blops, pudieran continuar su carrera en la década del 70 y 80. Claro, con las dificultades propias de un estado policial: toque de queda, censura, jibarización de la industria musical, etc., pero aún así fue posible. Ello contribuyó a que, junto a la música andina y el Canto Nuevo, aquellas sonoridades de raíz folclórica permanecieran en el oído social.
Los Jaivas, a pesar que el mismo año 1973 iniciaron su autoexilio en Argentina, en 1975 y 1981 realizaron conciertos en el emblemático Teatro Caupolicán; Congreso tocaba en peñas, recintos universitarios, festivales de rock y recintos tan mainstream como el Casino Las Vegas⁶; Eduardo Gatti, como solista, interpretaba en versión más acústica aún que la original, el repertorio que los Blops habían grabado en el tiempo de la Unidad Popular para sus primeros discos, etc.
Video: Los Jaivas, Teatro Caupolicán, 1981, prueba de sonido. Fuente: Canal YouTube el_germain.
Pero no sólo se limitó al plano sonoro, pues el ámbito performativo también proyectó aquella identidad latinoamericana. Sol y Medianoche fue un buen ejemplo de aquello, al representar su vocalista Soledad Domínguez sobre el escenario, aquella identidad mapuche representada en su indumentaria, gestos y ceremonias. Soledad recuerda: “de partida yo salía danzando la danza mapuche con el kultrún el alto y ahí yo tenía sí una performance total donde terminaba arrodillada, ¿cachai? y después con los brazos en alto. O sea, yo sentía y la gente también sabía que yo estaba hablando de que paren ya, paren esto. Era una forma de rebelarme ante la situación que Chile estaba viviendo en ese momento”⁷.
Un segundo aspecto era el vínculo con la juventud universitaria. Mientras el rock duro y sus conciertos en dictadura tendieron a aquella impronta marginal y periférica, que le otorgaban grupos como Tumulto, Poozitunga o Millantún, en presentaciones realizadas en discotheques como Boom Boom o Klimax, el rock al que nos referimos, si bien compartió esta experiencia social, amplió su ámbito de interpretación en vivo al mundo universitario.
Al sonar con aires folclóricos latinoamericanos, e incorporar una lírica que, enrevesada y todo, marcaba una crítica a la dictadura, la juventud más ilustrada y comprometida en los espacios de educación superior compartieron con este rock. “¿Dónde tocábamos? Peñas, en algunas universidades que fueron muy valientes. Nos llevaron por ejemplo a la Católica de Concepción, centros de alumnos, la Fech”, recuerda Pancho Sazo.
Por su parte, Andrés Godoy (Andrés y Ernesto, luego Andrés, Ernesto y Alejaica), quien como cantautor tenía vínculos con el Canto Nuevo, rememoró al respecto: “muchas veces se nos invitó a nosotros como Andrés, Ernesto y Alejaica a partir de mi relación [con el Canto Nuevo], para ir a tocar al Campus Oriente, a la Universidad de Valparaíso, Universidad Técnica, etc. No tantas, pero sí varias veces que tocamos en conjunto con Fulano, o con Gatti, o con estos artistas estelares que no son poblaciones.”
Gerardo Figueroa, joven melómano conocedor de la música popular chilena, recordó para esta investigación: “mi primera ida a un concierto, consciente, deliberada y voluntaria se produce recién en mayo del ’88. Yo estaba de mechón en la U y fui a un recital -todavía se llamaban recitales- en el gimnasio Nataniel, que ya no existe, donde tocaban Huara, Fulano, Schwenke y Nilo y Congreso”⁸.
La recién mencionada convivencia entre Congreso y el dúo Schwenke y Nilo nos alumbra sobre aquella tercera variables que indicábamos: la existencia del concierto de rock desde espacios más vinculados a la canción de autor y la música popular de raíz folclórica. El rock, en su dimensión contestataria, de protesta, más vinculado a la línea folk estadounidense y a la música de protesta chilena, tuvo un hito en el tiempo de Pinochet. Joan Báez, referente norteamericana de la tendencia, visitó Chile en 1981. Vinculándose con espacios más ligados a militantes opositores que a rockeros descongestionados, el teatro del colegio Santa Gema (Ñuñoa), cobijó su conversación con el público chileno y su interpretación musical. Pasando casi desapercibido por la mayoría de la masa, el vínculo entre el rock y la música folclórica a través de la presencia de Joan Báez tuvo un simbólico acontecimiento.
Si bien el concierto mencionado antes por Figueroa fue en uno de aquellos varios gimnasios que acogieron al rock duro en el período 1973-1990 (Nataniel, San Miguel, Chile, Manuel Plaza, etc.), fue la peña el espacio compartido por antonomasia. Con orígenes en la década de 1960 en Chile, las peñas en dictadura “añaden nuevos elementos que las hacen erigirse como un medio de comunicación alternativa a todo contexto sociopolítico, muy diferente al de los 60 y principios de los 70”⁹.
El concepto “peña” se transformó en un genérico para dar cuenta de pequeños restaurantes o cafés, con escenario para presentaciones en vivo, con una amplificación de sonido suficiente para el espacio pero en ningún caso de grandes decibeles, y que se prestaba para la intimidad ya sea emocional o política. Así, cafés, centros culturales o propiamente peñas, todos respondían a la misma dinámica, transformándose en lugares de encuentro y potente desarrollo cultural, donde convivían músicas populares que iban desde la canción de autor hasta el rocanrol, pasando por el rock con raíz latinoamericana, el jazz o el jazzrock. Haciendo memoria al respecto, Pancho Sazo recuerda los años ochenta: “nosotros tocamos una vez en el Café del Cerro, y estaban ahí Los Prisioneros. Y Jorge González dijo ‘ya, ¡basta de lágrimas artesanales!’ Nosotros usábamos chalecos así hippies y todo, y mandó a la mierda todo”.
En el caso de Andrés Godoy, el vínculo era más estrecho, pues entre 1975 y 1978, antes de unirse a Ernesto López y formar el dúo acústico Andrés y Ernesto, “yo empecé a tocar en peñas folclóricas […] de ahí mi vinculación con el canto nuevo, comencé a tocar en peñas folclóricas clandestinas, […] se armó una red de peñas folclóricas clandestinas, porque no tenían permiso, y donde no había amplificación y no había nada, entonces el punto esencial de la peña era encontrarse con los compañeros, saber que no estaban detenidos o que seguíamos en la batalla, seguíamos construyendo una resistencia. Entonces en ese ir y venir -tocaba en San Antonio pero vine a Santiago un par de veces-, me tocó encontrarme con el Nano Acevedo ycon otros, con Capri, con otros de la vieja guardia, con la Rebeca Godoy. Más tarde con el Hugo Moraga, más tarde todavía con el Schwenke y Nilo, entonces yo tuve una relación como Andrés Godoy con el Canto Nuevo”¹⁰.
El Café del Cerro en el Barrio Bellavista, El Jardín en Ñuñoa, el Boccaccio en La Reina, el Café Ulm en Alameda (al lado del entonces Cine Arte Normandie, luego Cinearte Alameda), el Centro Cultural Mapocho (primero en calle Merced y luego en calle Victoria Subercaseauux, ambas del centro de Santiago), la Plaza del Mulato Gil de Castro en calle Lastarria, fueron emblemáticos locales que acogieron conciertos en esta línea del rock.
No se puede eludir en este escrito la fusión musical entre el rock y el jazz, el llamado “jazzrock”, que también cultivó su experiencia desde estos espacios. Agrupaciones como Quilín -que también se presentó en los festivales de rock “Seis Horas de Música y Amistad”-, Cometa, el propio Congreso (en mi opinión, con una fuerte fusión con el jazz desde 1986 con el disco Estoy que me muero) o Fulano, también tuvieron en estos lugares sus escenarios de concierto.
Fotografía: Fulano en Café del Cerro, ca. 1988. Fuente: fanpage Fotos Históricas del Rock Chileno.
El rock fusión latinoamericana no siempre se ha perfilado en su real magnitud. Su cercanía con el Canto Nuevo y su síntesis sonoro-musical, lo distanciaron de los altos decibeles del rock duro, la velocidad del metal o la agresividad del punkrock. Sin embargo, su experiencia social formó parte de aquella historia de los conciertos de rock en Chile bajo Dictadura; aunque a menor volumen, con oídos a veces más refinados y mayor preocupación por la lírica, sus conciertos convivieron con otras músicas populares, configurando una interesante síntesis cultural en el tiempo del régimen de Pinochet.
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¹ Salas, Fabio. La primavera terrestre. Cartografía del Rock Chileno y la Nueva canción Chilena. Santiago, Cuarto Propio, 2003, p. 123. Desde mi perspectiva, es más bien un rock progresivo urbano andino.
² Ponce, Fabio. Prueba de sonido. Primeras historias del rock en Chile (1956-1984). Santiago, Ediciones B, 2008, p. 183.
³ Ibid. p. 311.
⁴ Por la relevancia en la historia del rock, tanto Los Jaivas como Congreso son analizados por David Ponce bajo el concepto “Patronos”.
⁵ Como “Periféricos” (Ponce, op. Cit) identifica a aquellos grupos del rock duro chileno de la época: Tumulto, Millantún, Arena Movediza, etc.
⁶ Sobre la lucha contra la censura Pancho Sazo, vocalista de Congreso, recuerda: “[…] por ejemplo, nosotros cuando cantábamos “Los maldadosos” [Terra incógnita, 1975] el público sabía que no estábamos cantando una obra del folclore. Además partíamos “De todos los oficios que tienen las cosas”… hasta ahí iba bien, “hay unos que son malditos”… A mí todavía se me hiela cierta parte, porque era peligroso” Francisco Sazo. Entrevista realizada en el marco del curso UC “Rock chileno y mundo contemporáneo”, 2021. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=GdEMZdV6QtY&t=2901s. [Revisada en 27 de diciembre de 2021]
⁷ Soledad Domínguez. Entrevista realizada en el marco del proyecto “Conciertos de rock en Santiago durante la Dictadura. Investigación histórico-musicológica y mapeo”.
⁸ Gerardo Figueroa. Entrevista realizada en el marco del proyecto “Conciertos de rock en Santiago durante la Dictadura. Investigación histórico-musicológica y mapeo”.
⁹ Bravo, Gabriela y González, Cristian. Ecos del tiempo subterráneo. Las peñas en Santiago durante el régimen militar (1973-1983). Santiago, Lom, 2009, p. 67
las fotos de Fulano en el Café del Cerro son de Fernando Mecklenburg, tengo el afiche del concierto que menciona Gerardo Figueroa y me gustaría compartirlo con ustedes.
ResponderEliminarSaludos!